“La conducta de mi hijo: ¿Un reflejo de mi dinámica Familiar?”



Por: Lic. En Psic. Oscar Antonio Hernández Castillo

L
a conducta del ser humano siempre debe entenderse de forma dinámica, esta aseveración constituye la base en la que intentaré desarrollar este artículo. El percibir a la conducta humana como dinámica permite entenderla como algo que esta influenciado por la situación contextual. Diversos teóricos de la dinámica grupal han planteado la influencia que tiene el grupo en la conducta, es el caso de Pichon Riviere quien, parafraseándolo, menciona que toda relación aunque sea bi-corporal, siempre resulta tripartita. Ello implica que cada uno de nosotros es influenciado en un primer momento por aquello que creemos que se espera de nosotros en una determinada situación, es como si nos adelantáramos a actuar en consecuencia a una determinada demanda. Llámesele como quiera, habilidades sociales, conductas adaptativas, convencionalismos sociales, etcétera; al final del día se trata de lo mismo y ello es el cómo se han incorporado las formas de relacionarse en ese núcleo primario denominado familia.

Es en la familia en donde se determina lo real y lo que no lo es, lo permitido y lo prohibido, lo que tiene sentido y lo que carece de él. Entonces resulta claro que la familia es la primera fuente de expresión de las conductas que cualquier sujeto pondrá en juego en el resto de sus relaciones. Por tanto la influencia que tiene esta en las conductas de los sujetos que la integran resulta evidente, aunque no clara del todo debido a que ello no logra explicar el como la dinámica de la familia determina ciertos tipos de comportamiento en relación a otros.

Iniciemos por tratar de explicar de forma breve, pero no por ello superficial, el concepto de familia. Digamos que es un sistema vivo dinámico de tipo abierto; lo cual implica que nace, crece al estar continuamente sometida a las demandas de cambio de dentro y fuera sufriendo constantes trasformaciones, evolucionando en el tiempo para después morir. Recapitulemos: a) nace en el momento mismo que se constituye la pareja como una unidad de personalidades interactuantes que forman un sistema de emociones y necesidades engarzadas entre sí. Lo que quiere decir que cada sujeto que constituye la pareja tiene ciertas expectativas y objetivos, más o menos, compartidos, por lo que; b) cada uno de las personalidades que conforman esta pareja deberán, si es que la voluntad les alcanza, ceder, modificar o adaptarse a los nuevos requerimientos que le impone la nueva, y hasta entonces inexistente, situación de pareja, ello sin perder la continuidad de lo que hasta entonces eran, para entonces; c) crecer en los recursos psicológicos que les permita querer trascender a través de un hijo, y; d) cumplir con la tarea de la familia, la cual no se reduce exclusivamente a formar a los hijos, sino también formar padres, que asegure el desprendimiento de los hijos de la familia de origen para constituir en cabeza de sus propias familias, con lo cual se da el cumplimiento del ciclo: la muerte de la familia.

Aunque hemos vislumbrado algunos aspectos de la dinámica familiar es menester apuntar que la familia como cualquier ser vivo esta expuesto a tensiones proveniente de sus propios elementos constitutivos, así como de aquello que se encuentra en su entorno inmediato. Precisamente la dinámica familiar da cuenta del cómo es que enfrenta la familia estos avatares de la vida cotidiana. Intentemos una pequeña analogía que nos sirva para exponer lo antes mencionado. Genéticamente podemos presentar una mayor disposición para desarrollar una enfermedad como lo es la diabetes, lo cual no asegura que necesariamente vayamos a presentarla, aunque las posibilidades aumentan si la alimentación es rica en carbohidratos y  azucares aunado a una vida sedentaria. O por el contrario, puede ser que genéticamente no tengamos una predisposición marcada para desarrollar la diabetes, lo cual no implica que los malos hábitos alimenticios puedan llevarnos a desarrollar dicha enfermedad. Lo mismo ocurre con la familia, puede ser que las condiciones económicas que permean al país sean una condicionante que propicie tensión en la familia debido a la imposibilidad de satisfacer las necesidades de ésta, pero ello no implica que la familia no pueda desarrollar mecanismos al interior que permitan adaptarse a esta nueva condición. Es decir, una familia sana no es la que no pelea, sino aquella que después de una discusión logra crear acuerdo que respetan y que asumen como propios, por lo que luchan para que estos sean cumplidos. Escenario que brinda certeza a sus integrantes y que permite la estabilidad y predictibilidad de la conducta de quienes la componen.

Situación opuesta lo plantea aquellas familias que no logran adaptarse a los cambios externos e internos de la familia. Una familia enferma es, por tanto, aquella que ha perdido su capacidad para dar una respuesta que permita resarcir la tensión proveniente de las demandas exteriores y/o de las urgencias al interior de la familia. Por ende, la conducta de quienes la integran resulta ambigua al no contar con los mecanismos que aseguren la pertenencia al grupo primario, así como la certeza en las formas de actuación en la misma.

Es decir, la dinámica  familiar tiene que ver con la interacción de las personalidades de cada uno de los que integran a la misma, pero y en primer momento (entiéndase que cuando los niños son pequeños) la personalidad de los padres es fundamental en las sucesivas formas de relacionarse.

Es la forma a través de la cual los padres se relacionan con los hijos que da cuenta de las pautas adaptativas que van formando estos últimos para interactuar con el mundo. Y es que desde el momento mismo del nacimiento, sino es que antes, el niño viene signado ya con el papel que cumplirá en la familia; así tenemos al niño que sirve para que se una la pareja, el niño que cumplirá todo aquello que los padres no pudieron realizar o el niño que rompió las expectativas y objetivos de vida de los padres, solo por mencionar algunos. Lo que queremos apuntar con ello es que la relación que los padres guardan con el hijo será decisiva para este en la forma de relacionarse con su entorno.

 Por lo tanto, la conducta de los hijos, solo refleja las formas de relacionarse en la familia, del como se relaciona con papá, con mamá y con los hermanos. Esta singularidad es la que va conformando la personalidad de los hijos.
Sin caer en la simplicidad coloquemos algunas características conductuales y su posible origen, explicado a través de las formulaciones anteriores:


Y     TIMIDEZ (introversión). Son niños los cuales viven en familias en donde tiene poca o ninguna oportunidad para desarrollar habilidades sociales, frecuentemente se trata de familias autoritarias en donde los designios de los padres son los únicos válidos. La frase favorita de la familia es, “ven para acá…deja ahí…ya hable, obedece que soy tu padre”.

Y     DEPENDIENTES. La característica fundamental de la familia es que no permiten el crecimiento del niño al no reconocer o desvalorizar sus capacidades. Su frase es, “yo lo hago, estas muy chiquito para hacerlo”.

Y     MIEDOSOS. La familia emplea amenazas irreales para tratar de moldear la conducta del menor. La frase más empleada es, “deja de hacer eso, o te va a llevar la bruja”; aunque puede sustituirse por el señor del costal, el doctor que lo inyectara, etcétera.

Y     DESOBEDIENTE. Son niños que viven en familias en donde las consecuencias que tienen sus acciones son impredecibles, por lo que habitualmente se dejan llevar por sus propios impulsos. Las figuras de autoridad colocan las reglas de acuerdo a su estado de ánimo.

Y     BERRINCHUDO. Los padres de este tipo de niños suelen mostrarse complacientes ante este tipo de conductas, al no lograr soportar que los hijos se enfaden con ellos, en algunos casos llegan hasta a rogarle a los hijos con la finalidad de buscar su perdón. La frase característica es, “toma, y ya cállate”.

Y     AGRESIVOS. Son niños que viven violencia física, por lo que su conducta solo  reproduce este tipo de relación. O bien se trata  de menores que en sus familias se les permite o hasta se les instiga a que presenten este tipo de comportamiento. Las frases empleadas son, “es mejor que sea un cabrón a que se lo agarren de bajada” o “si te hacen algo, tu pégales”

No nos sorprendamos de las conductas de nuestros hijos, más bien preguntémonos que hemos hecho o que hemos dejado de hacer para que se comporte de tal o cual manera. Pensemos que queremos para nuestros hijos y decidamos que podemos hacer para que así sea.